Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Mario Benedetti
Silencio.
Que hoy acarreo con cientos de lágrimas iguales de dolorosas a las de cada día desde esa fecha en que emprendiste el viaje, sólo, con mirada ausente y un cuerpo que se nos escapaba como un puñado de arena entre los dedos.
Silencio.
Que traigo conmigo el mismo nudo en la garganta de aquel mediodía en que mojé tu rostro aún tibio sin querer dejarte ir... qué ingenua, ya lo habías decidido.
Silencio.
Porque nunca he perdido esa sensación de orfandad, ni he dejado de ser aquella, tu niña, esperando que la salves.
Sí, sigo igual de caprichosa y heredé tus celos por los que amo.
Y te extraño, ¿lo sabés?
Silencio.
Esta noche posiblemente encenderé una vela, por vos y por mí, y por nuestros recuerdos. Confiaré que el aroma y el humo ahuyenten, al menos por un rato esa tristeza incomprendida (para el resto) que suele embargarme en un día como hoy.
Silencio.
Te prometeré una vez más (tal vez en vano), que ya no le daré lugar al sentimiento de vacío, ni a la nada.
Y te contaré que tus amigos parecen confabularse, en este último tiempo, para aparecerse en mi camino y contarme anécdotas que vos y yo ya conocemos, pero igual sonrío, y lagrimeo, ya me conocés...
Silencio.
Porque lloro. Sí, lloro muchas veces pensando en vos. Ya sé que pasaron muchos años, pero la ausencia se siente como de un día; y lloro a escondidas, sobre todo cuando miro a los enanos queriendo que por mis ojos los veas. ¿Los ves? Qué diferente sería todo para ellos y para mí si estuvieras.
Silencio.
Y sí, viejo, ya sé que no te gusta el silencio, y menos cuando lo hago por vos, pero qué querés... me haces demasiada falta... desde hace exactamente 19 años.
Diecinueve años en los que te sigo amando como cuando era tu nena y me sentaba en tus rodillas, a pesar de tener una panza de casi 9 meses... siempre fui tu nena y tu princesa, y eso ni siquiera la muerte me lo pudo quitar.
Por eso. Silencio.
Y dulces sueños, viejito.
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